Mercantilismo del amor

Mercantilismo del amor

En nuestra cultura, una de las piezas claves sobre las que se asientan los valores que consideramos hegemónicos, o dicho de otra forma, que comparten la mayoría de las personas, es la capacidad que tenemos para crear un día de celebración en torno a dichos valores. Así por ejemplo, el día de la Hispanidad, de todos los santos o del padre y de la madre, son días clave para acordarnos de esos valores que tejen y entrañan los complejos circuitos de nuestra sociedad: la Honestidad, Humildad, el Amor, el respeto, la amistad, la dignidad, etc.

El día de San Valentín es de los que quizá, por su vinculación emocional con tantas y tantas parejas, se vive con más fervor por parte de la gente. Si nos quedamos con la idea romántica de un día en el que conmemorar el amor que llena nuestra vida el resto del año, es posible que podamos entender un poco a esa gente que lo deja todo por hacer algo especial dicho día. Pero como nada es tan bonito como suena, vamos a intentar desmontar un poco el mito de San Valentín.

Lo más común en este día es que parejas se presionen mutuamente para conseguir sorprender o regalar el objeto deseado, o hacer el regalo más original. Si esto lo analizamos vemos que, de la idea inicial de conmemorar el amor, acabamos teniendo un reto competitivo material en el mayor de los casos. Un ejemplo de reto competitivo material sería regalar un viaje, y recibir unas zapatillas. Al año siguiente no haría un regalo tan caro a la misma persona, sin embargo seguramente dicha persona si lo hará, por la presión de haber recibido un viaje en primer lugar. Al tercer año, volverá la presión de superar el viaje por ambas partes. Por lo que el intercambio de mercancia, es decir, el mercantilismo del amor se contesta cada vez más con la pregunta ¿qué compraría por amor? y no con ¿que haría por amor?

Como principio fundamental de las relaciones humanas, el amor puede conseguir motivar, movilizar y crear vínculos, relaciones y estados que de otra forma no seríamos capaces. Así que sabiendo este poder, hay muchísimas empresas que se frotan las manos previendo las posibilidades de que las diferentes partes implicadas en conmemorar San Valentín se gasten mucho dinero en hacerlo. Y es justo aquí, donde comienza a pervertirse sobremanera el festejo del amor ya que en última instancia San Valentín es el exponente del consumismo desenfrenado que nos genera el capitalismo.

Podemos creer perfectamente que muchas parejas se demostrarán amor durante ese día, y el resto de días, de forma genuina y sin necesidad de parafernalias. Pero uno de los problemas que tenemos hoy en día es que nos amamos muy poquito entre nosotras y nosotros. Más bien veremos como la gente se pone nerviosa por comprar o crear objetos, por reservar cenas o viajes y perderán un poco el norte del significado del amor.

  • Primer mito a derribar: Tenemos 365 días para celebrar el amor, para vivirlo intensamente y para reconocernos en él.
  • Segundo mito a derribar: No necesitamos consumir objetos para demostrar nuestro amor. Regalar un objeto que cuesta dinero no es una forma monetaria de representar el amor. Es una forma monetaria de pervertirlo.
  • Tercer mito a derribar: Hay gente que no quiere celebrar este día, y también ama a otras personas.
  • Cuarto mito a derribar: Si queremos celebrar este día, de una forma especial, podemos hacerlo pero sin perder de vista que el resto del año nos tenemos que amar también. De nada sirve que nos queramos mucho un día, y nos hagamos daño el resto del año (que es exactamente lo que hacemos).

En definitiva, que un montón de empresas se hagan millonarias porque el 14 de febrero le ponemos precio monetario a nuestro amor, y además, rechazando a quien no lo hace, sólo demuestra la debilidad que tenemos con respecto a nuestros sentimientos. San Valentín representa muy bien como el capitalismo desenfrenado consigue ponernos una venda en los ojos, para que acabemos pervirtiendo un montón de momentos bonitos. Se pervierte el significado del amor porque en definitva en lugar de celebrarlo, le ponemos forma, color, peso y precio.

Sería muy bonito poder comprender que el amor es un proceso cíclico que nos desarrolla, y nos vincula con otras personas y con otros entornos y que celebrarlo no tiene más importancia que no hacerlo, pero es demasiado pedir cuando vivimos en una sociedad que nos separa, nos enfrenta y nos condena a estar eternamente bloqueados/as emocionalmente. Si una celebración responde a unos valores hegemónicos, ¿Qué pasa si se desvirtúa la celebración? Que lo que se celebra no tiene nada que ver con lo que representa.