Imaginemos que nacemos dentro de una familia numerosa y que tenemos varios hermanos y hermanas, cada uno diferente entre sí, ya sea por: sexo, color del pelo, color de ojos, etc. Descubrimos que cada uno tiene una potencialidad, algo que se le de mejor que al resto; los deportes, los estudios, las manualidades, y una aptitud ante la vida; más extrovertida o más introvertida. Bien, eso podría resumir la calidad de diferencias exponenciales que podemos tener en nuestra sociedad. Esto nos explica qué son las diferencias ¿qué es entonces la desigualdad?
Las desigualdades implican una jerarquía entre los miembros de un colectivo determinado, es decir, una estructuración de las diferencias que genera una “superioridad” y una “inferioridad” entre los componentes de un grupo social.
Si lo llevásemos al ejemplo anterior pensemos que nuestra madre y nuestro padre ponen una norma en casa como: solo pueden comer en casa aquellas personas que practiquen algún deporte o solo las que estén estudiando una carrera o las que tengan el pelo corto. Crearíamos una estructura en casa que beneficiaría a unos y desfavorecería a otros. Una norma que crearía una cuota de poder creando privilegios de unos frente a otros.
Puede que al principio las distancias entre los que se benefician y los que sufren las consecuencias fuera escasa, pero ¿qué pasaría si mis padres siguieran teniendo hijos bajo esa norma?¿El resto de la familia se revelaría a las normas para poder comer en casa? ¿Qué pasaría si la opción que permite comer no estuviera al alcance de alguno de nuestros hermanos?
Imaginemos ahora que el Estado pone una norma en la que las familias que más tienen pueden decidir en qué tienen que trabajar, estudiar o gastar las familias de menos recursos, pueden decidir hasta cuanto tienen derecho a cobrar. ¿Pensarán las familias más ricas en que situación de precariedad viven las más pobres? ¿Lo tendrán en cuenta a la hora de decidir cuanto tienen que cobrar, pensarán en la educación que necesitarán estas familias para poder salir de la situación en la que están? ¿Los ricos verán a los pobres como un igual más allá del status económico?
Si nos vamos a la realidad y observamos El último informe de Intermón Oxfam vemos que 62 personas poseen la misma riqueza que los 3.600 millones de personas más pobres del planeta. Es decir, la mitad de la población. Si estas familias ricas han conseguido hacerse con este capital, ¿tendrá algo que ver como nuestros gobiernos apuestan por potenciar la globalización favoreciendo a las familias que tienen más riqueza?
Del informe de Intermon Oxfam referente a la situación en España descubrimos que “9 de cada 10 euros recaudados provienen del bolsillo de los trabajadores, mientras que menos de 1 euro lo hace de los rendimientos del capital”. Así nos queda claro que si los gobiernos siguen las normas de las familias ricas, la redistribución y carga fiscal no será igualitaria y abrirá cada vez más la brecha social. Como señaló el multimillonario Warren Buffett, en la práctica él paga menos impuestos que ninguna otra persona de su oficina, incluyendo a la persona encargada de la limpieza y a su secretaria personal. Si lo comparamos con la situación en España descubrimos que “17 de las 35 empresas del IBEX35 no paga nada por el impuesto de sociedades” aunque haya tenido ganancias millonarias durante el año.
El sistema actual no es fruto de la casualidad, sino el resultado de decisiones políticas deliberadas, de que nuestros líderes presten oídos a ese 1% y a quienes les apoyan, en lugar de actuar en defensa de los intereses de la mayoría y de las necesidades de los más pobres con la excusa de que los primeros son más necesarios que los segundos.
>Si algo desprende este informe es que hay maneras de solucionar esta desigualdad, pero necesitamos de un gobierno que priorice en sus políticas:
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Frenar la evasión y la elusión fiscal por parte de grandes empresas y los más ricos.
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Invertir en servicios públicos gratuitos y universales, como la educación o la sanidad.
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Fijar un salario mínimo para que todos los trabajadores alcancen un nivel de vida digno.
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Lograr la igualdad salarial y promover políticas económicas a favor de las mujeres.
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Garantizar sistemas de protección social adecuados para las personas más pobres incluidos un sistema de garantía de ingresos mínimos.
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Distribuir el esfuerzo fiscal de forma justa y equitativa, trasladando la carga tributaria del trabajo y el consumo al patrimonio y el capital.
Otra variable fundamental a tener en cuenta es que hace tiempo que sobrepasamos el punto de no retorno. No podemos tener una sociedad igualitaria, ya que la desigualdad es de una inmensidad absoluta, por lo que lo único a lo que podemos aspirar es a reducir algunas desigualdades extremas, y a proteger y paliar el mayor número de ejemplos posibles, en el mejor de los casos.
Para que esto se pueda dar, a veces puede parecer que nuestro papel es simplemente elegir que nombre representa mejor dichas ideas en las urnas, cuando el arma más poderosa y que siempre perdemos de vista, es que tenemos que exigir que se cumplan políticas contra la desigualdad. Mientras sigamos eligiendo sin exigir, seguiremos mirando desde la barrera como nos generan desigualdad.