Así es nuestra justicia.

Así es nuestra justicia.

La justicia se concibió como “la ley” necesaria para dejar de personalizar. Para, desde un marco objetivo, poder dictar sentencia. De ahí la figura de la diosa Themis, en una mano una espada, en la otra la balanza de la equidad y los ojos vendados como símbolo de la imparcialidad.Esa figura marca el espacio desde el que realizar el juicio o hacer sentencia; la objetividad. Es una virtud para los moralistas y “para los juristas es el fin principal para solucionar de forma práctica y oportuna los problemas sociales que surgen de la convivencia humana”

Es decir, es buscar la justa medida para que las ideologías, los prejuicios y el poder no corrompan la imparcialidad que supone aplicar el Derecho.

Si observamos los acontecimientos de estos últimos meses/semanas, todavía nos resuenan las sentencias a Urdangarín o Rato y las de Cassandra y César Strawberry.

Esos dos símbolos son los que están en la balanza y tal como los enfoca nuestra justicia dan como resultado un “menos menos” para la ciudadanía; nos roban la libertad de expresión y nos roban el dinero público. Se reescribe así lo que está bien a partir de un sesgo ideológico desde el que se aplica nuestra justicia. Lo que claramente es un ataque al Estado de Derecho.

¿Cual es esa ideología desde donde la justicia está mirando?  

Son esas heridas de las que habla el PP que hay que dejar cerradas. Es esa desmemoria con la que nos han educado y han reescrito los libros de texto. Es ese caciquismo institucional que tenemos, herencia de la dictadura franquista y de una apropiación de la verdad por parte de los estamentos de poder. Es la ideología del que doblega a la víctima, lo justifica y  lo suministra en formato “consumo propio”  

Cómo el ciudadano se puede concebir en buenos valores, si los referentes, los que sustentan el poder, demuestran que es lícito pervertirse hasta el ascenso para luego repartirse entre ellos el botín. Y su única justificación para seguir haciéndolo es que, los demás, somos todos unos rojos. Así que algún error debe haber en el relato del sistema cuando en base a una justicia imparcial se juzga de forma diferente a un lado y otro de la balanza.

¿Cuál es el consentimiento con el que cuenta esta “élite”?

Todos los grupos se conforman con unos líderes y unos aliados. Si los grupos se crean a partir de unas características comunes, ya sean por costumbres, culturales, o ideológicas y si la persona que los administra, que controla la correlación de fuerzas en ese grupo, pervierte, enjuicia o difama sobre otros valores y/o costumbres, tendremos un grupo de personas que por pertenencia a un grupo se dejarán pervertir. Pocos son los que van contracorriente, así que pocos son los que se marchan.

Si a esto se le suma como nos doblegamos ante la economía y como ésta subyuga el libre criterio para tomar la decisión de estar dentro o fuera del grupo, tendremos un grupo de personas con un criterio viciado y justificado bajo las consignas que hayan establecido los que fiscalizan el grupo.

Lo micro, serían esas relaciones endogámicas basadas en los prejuicios que los fiscalizadores han prodigado para mantener un ellos y un nosotros. Lo macro sería la corrupción; factor que los identifica y que de forma exponencial les va aglutinando.   

Esa corrupción ha viciado la mirada de nuestra justicia, si los herederos de la democracia son los mismos que fiscalizaban la dictadura ¿No tendrá algo que ver en todo esto el régimen del 78? ¿No será que las heridas que el PP quiere seguir manteniendo en la cuneta hacen que la justicia mire desde los prejuicios y se decante por un “nosotros” viciado y corrupto?